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Juzgando como acarician, aquí, hasta las cosas más pequeñas y olvidadas, una muñequilla, un rostro de chiquilla, un simple cesto, un paño, una silla de enea o semejante a ella...

Cualquier objeto cotidiano, en fin, Que, a fuerza de saberlo, nosotros, creíamos, perdido su elocuencia, que María Antonia, poeta y pintora de todas las cosas que son nobles y son sencillas, acierta, nuevamente, a infundirles, de nuevo, lo recobra.

Los poetas son inacabables, cuando son auténticos poetas, lo mismo que los pintores, que igualmente lo son, devolviéndonos, digo, su sentido profundo. Y su mensaje, intacto, fresco, eterno, actual.

Y es así, como sus muñecas, esas muñecas de porcelana, vestidas por ella, y luego dibujadas con unas pasiones infantiles captadas en aptitudes que lo dicen todo, que son mensajes que se perciben con emoción.

La pintora conoce a fondo su oficio. De su maestro aprendió desde los comienzos todos los secretos de la técnica y exigente con su dibujo y su quehacer, llega a límites de perfección poco frecuentes.

Pero con todos sus cuadros tienen vida, tienen alma, tienen mensaje.

Allí está su autora con sus vivencias, su captación personal.

María Antonia Salvador, la recuperación de una, realidad perdida.

Decir que María Antonia Salvador es, seguramente, nuestra mejor hiperrealista, puede no decirnos gran cosa cuando sabemos que son muy pocos los pintores gallegos adscritos a, esta tendencia

pero si a esto añadimos que María Antonia Salvador es, además, una gran hiperrrealista sea cual sea el ambiente en el que se desenvuelva, entonces, su importancia y trascendencia, qué duda cabe, cambia de forma considerable.

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